El abismo taciturno aguarda alrededor pero esta vez no encuentro nada de riesgo en él. Tampoco la noción que alude al castigo y eterna penitencia.
Es cálido y se extiende hasta el cielo, tiñéndolo de púrpura.
El sol emerge cubierto por un rocío dorado irradiando fortuna y calidez.
Lo persigue la luna que, metálica y colérica, contamina con envidia.
Bajo la seducción de la belleza
Bajo lo sublime de aquellos cuerpos espectrales tanteo su animosidad que presagia un eclipse antagónico.
El desasosiego y la neurosis, intangibles pero sagaces, rozan uno de mis estados de conciencia.
El agua se seca, arrastro el cielo, la luna, el sol.
Luz blanca.
El plano astral se manifiesta, divago rodeada por el tráfico de energías mientras en otra dimensión paralela y similar todo lo que sucede corresponde a las leyes físicas convencionales.
A diferencia de esta, en la que toda barrera física es eliminada y trasciende el espacio y el tiempo.
En esta realidad soy una proyección.
Una representación energética de mi forma física en el universo mundano.
Esa forma que duerme sobre sabanas grises en este momento, trabajando a
muy bajas frecuencias en otra realidad independiente regida por la física.
Sueño, coexisto en simultaneidad dimensional.
Abro los ojos, mi aura atrapada en mi cuerpo. Sabanas grises. Ser humano unificado en una realidad.
Estoy despierta.
Estado al que llamamos vigilia y consideramos el eje de nuestra vida terrenal. Único al que le damos importancia aunque relativo y parcial.
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